El Pueblo Mapuches y su larga lucha contra los españoles
Contenido: Las
distintas formas en las que españoles y mapuches se relacionaron en el
período colonial, considerando resistencia mapuche y guerra de Arauco,
mestizaje, formas de trabajo (como encomienda y esclavitud),
evangelización, vida fronteriza y sistema de parlamentos.
El pueblo mapuche o araucanos
La palabra mapuche significa "gente de la tierra", y era el nombre que se daban a si mismo los nativos que habitaban desde el desierto de Atacama hasta las heladas tierras del sur de Chile, los españoles llamaron araucanos, y a la tierra que habitaban, Arauco.
Probablemnte el nombre de Arauco tiene su origen en la palabra quechua awqa <<salvaje>> o <<rebelde>>, con la que los incas nombraron a estas personas.

La principal estrategia de guerra, una vez que los españoles comprendieron que los mapuches no se someterían, fue la “limpieza de tierras”;
no solo mataban a todos los indios, también quemaban sus campos y
sementeras, y sus rucas. Por eso los cronistas de fines del XVI cuentan
como los españoles hacían 50 km en un día sin problemas... porque no
quedaba nadie, se escondían todos cerca de la cordillera, a penas 30
años después de la llegada de Valdivia. Y por eso también se
extendió la idea de que los mapuches eran un pueblo nómade y atrasado,
sin agricultura, porque la imagen que se asentó entre los chilenos fue
la del mapuche posterior a la conquista, bandolero y pastor, sin casa ni
agricultura. Los españoles los dejaban tranquilos en invierno, cuando los indígenas no podían casi hacer otra cosa que refugiarse, pero cada verano retomaban el asalto hacia las tierras mapuches. A las matanzas se sumaron las pestes: primero el tifus, luego la viruela, pero también plagas,
como la de los ratones que arrasaban con el alimento. Por eso hubo un
tiempo de paz al norte del Bío-Bío, porque ya no quedaban indios casi,
que asaltaran en los caminos o se tomaran las ciudades. Mas la versátil
resistencia mapuche volvió a aprender de los españoles; esta vez
construyendo sus propios fuertes en lugares inaccesibles, apropiándose
de caballos o armas, y asaltando sin consideración. Pese a que la
población se redujo de al menos un millón de indígenas a poco menos de
doscientos mil, siendo la zona de la provincia de Valdivia una de las
más afectadas, la resistencia mapuche se extendió largo tiempo.
“Todos los cronistas sin excepción hablan de
la crueldad de los españoles”. Los españoles practicaron lo que para
ellos era la peor ofensa que se podía hacer a un hombre: la violación de
las mujeres. El mestizaje tiene sus fuentes sobretodo en esta crueldad,
aunque también es cierto que unos pocos españoles tomaron a indias por
esposas. Sin embargo, en lo que hoy es el centro y sur de Chile hubo un doble mestizaje:
mapuches varones tomando por esposas a españolas, con descendencia
mestiza pero con padre indígena, lo inverso a lo ocurrido en gran parte
de Sudamérica. El mestizo que nacía en cuna española, que era criado por
padre español, o criollo, optaba por el bando español; y el que nacía
entre mapuches, criado por padres mapuches, combatía por los mapuches.

Según Bengoa fue el fuerte mestizaje lo que secularizó la guerra,
arrancándole su carácter sagrado: los mapuche ya no se tirarían más
contra los españoles sin antes haber considerado sus fuerzas; y esto fue
obra de los mestizos. El mestizaje, como dijimos, ocurrió a lado y
lado; padres españoles y mapuches mezclaron las sangres: “por supuesto
que después de la destrucción de las ciudades del sur, será mucho más
mestiza aún, en particular por la apropiación de varios miles de mujeres
españolas que se quedaron en su mayoría a vivir entre los mapuches”.
La segunda gran insurrección se llevó a cabo
en 1598, con la eliminación de un segundo gobernador de Chile: Oñez de
Loyola. Desde entonces se puede decir que las tierras al sur de Bío-Bío fueron mapuches por más de dos siglos y medio,
puesto que destruyeron y tomaron todas las ciudades hacia el sur. El
levantamiento indígena y su posterior victoria se logró gracias a la
secularización de la guerra y el mestizaje; los grandes jefes mapuches
fueron mestizos, que o bien habían sido tomados prisioneros, o bien
habían luchado con el ejército español y aprendido sus técnicas. Los mapuches adoptaron el mismo sistema de “limpiezas” que los españoles, arrasando con todo campamento winca (extranjero).
Así mismo, tenían escuadrones militares especializados que no hacían
otra cosa más que guerrear; tomaban reclutas de los campamentos
familiares. Se dice que los toquis (jefes militares) tenían más poder (eran más obedecidos y respetados) que los lonkos
(caciques), cabezas de familia. El más famoso de éstos ejércitos
mapuches, y el que eliminó también, históricamente, al segundo
gobernador de Chile, fue el de los pureninos, venciendo en la batalla de
Curalaba (Kurra Laf, piedra de río, o piedra de mar). El toqui al mando
se llamaba Pelantaro.
El asesinato de Oñez de Loyola (descendiente
directo de San Ignacio de Loyola, religioso y jesuita, casado con una
descendiente directa de la nobleza incáica) se produjo en circunstancias
muy especiales, según los españoles: primero porque durante ese año los
españoles del valle central no aportaron con tropas, se supone porque
todo iba bien y había gran producción; tampoco habían llegado más tropas
españolas; segundo porque Loyola tomó decisiones equivocadas, como
viajar con poca escolta (cincuenta hombres); tercero acampar muy
confiado, pensando que no habían rebeldes, y sin vigía en la madrugada
(la hora del malón, en que los mapuches atacaban los destacamentos).
Según la historia lo mataron o atraparon en su propia tienda,
desprevenido.
Los mapuches destruyeron muchas ciudades, ya “hechas y derechas”, como Osorno, Angol, Valdivia, Villarrica y la Imperial;
éstas dos últimas desaparecieron completamente del mapa hasta el s. XIX
en que se las redescubrió cubiertas de tupido bosque. La destrucción
fue total, y no respetaron “estado, edad, religión ni cosa sacra”.
También fue muy rápida: la noticia de la muerte del gobernador fue la
chispa y en 48 horas ya habían 30 mil mapuches en armas, que destruyeron
las ciudades simultáneamente, incluso más allá del Bío-Bío, en Chillán,
por ese entonces llamado San Bartolomé de Gamboa, que fuera sitiada y
atacada varias veces; de hecho algunos autores han señalado el límite de
acción en el río Itata. Los mapuches no pudieron con Concepción, pasando a ser esta ciudad tanto refugio de angolinos como fuerte de resistencia. Angol
fue desocupada por orden de los españoles (5-10 mil personas) doblando
la población de Concepción y “dejando a la suerte las ciudades del sur”.
Villarrica, Imperial y Osorno fueron sitiadas antes de ser invadidas.
Los mapuches mataban a todos los varones, haciendo prisioneros a las
mujeres y los niños. Valdivia fue invadida por la noche, incendiaron sus
casas y la matanza fue grande. Algunos alcanzaron a huir hacia Chiloé
por barco, otros se adentraron en el bosque quedando perdidos por años.
Valdivia era la principal ciudad de Chile, más todavía que Santiago; al
parecer los españoles nunca sufrieron derrota semejante en América.
“Redujeron la ciudad a cenizas”. Según el jesuíta Ovalle: “Vestíanse los
indios de las vestiduras de los españoles en señal de triunfo...que en
una hora se volvió toda aquella república de lo de dentro afuera, los
españoles vestidos de indios y los indios vestidos de españoles, éstos,
sujetos y esclavos, obedeciendo a los indios, como a sus señores y los
indios mandando como amo y dueños”. Desde entonces los mapuches gozaron
de 300 años de independencia.

Desde el s. XVII Chile se divide en dos: el
país del centro y el país del sur. El aislamiento geográfico hace de los
chilenos gente forzosamente autosuficiente, luego de lo cual no está
dispuesta a ofrecer sus hombres y sus caballos para ir a las guerras. Es
desde entonces la corona quien financia la insistencia bélica
para intentar colonizar el sur, siguiendo con su estrategia de
“campeadas” (quema de casas, destrucción de cultivos y matanza de
indios).
El llegado nuevo gobernador, Ribera, consigue
algo importante: la plena propiedad de la tierra para algunos chilenos;
las tierras siempre pertenecieron a la corona, que las prestaba o hacía
trabajar en forma de encomienda. Así, en una zona delimitada, la encomienda cambia de estatus al de estancia
(propiedad privada); dicha zona, entre Santiago y Concepción, es
entonces colonizada por Ribera mediante ese decreto especial, quien
regala tierra a los criollos y españoles fugitivos que huían de la
destrucción de ciudades en el sur. En ese entonces también, se despuebla
Chiloé, que había permanecido largo tiempo como el único bastión
español del sur, dependiente completamente de las provisiones llegadas
en barco. Ribera también organiza la producción para sustentar a la
tropa fronteriza, y construye muchos fuertes en la orilla norte del
Bío-bío. Pero pierde su rango de gobernador al enamorarse y casarse con
una criolla retornada del sur (una imperialina).
El sur es territorio mapuche,
pero también posteriormente de campesinos fugitivos y de perseguidos
por la justicia. El país del centro es productivo y empieza a exportar:
sobretodo sebo, que sirve para hacer velas e iluminar las minas del
Potosí (el siglo del sebo según Vicuña Mackena), pero también mucho
charqui; también cueros y mulas de carga. La frontera entre los dos
países, mapuche y chileno, es permeable: ahuincarse es irse a vivir a la
tierra de los huincas (extranjeros).
Por ahí por el 1617 se intenta una guerra defensiva, por medio de los curas jesuitas, especialmente por medio del padre Luis de Valdivia,
quien obtiene del rey el cese de la guerra. Pero los mapuches, aunque
aceptan un poco a los curas, no abren su territorio, desconfiados ante
tanta traición oficial por parte de los españoles. La muerte de tres
padres en Elicura por parte de Anganamón pone fin al intento de guerra
defensiva. Se suceden varios gobernadores hasta que con Fernández de
Córdova se reemprende la guerra, luego de un boicot generalizado de los
encomenderos al intento pacífico de los jesuitas. Bengoa entiende que la
guerra es más por el orgullo que por la necesidad de vasallaje, porque
esclavos podían importarse de otras partes (África por ejemplo): España, la principal potencia europea de la época no podía aceptar que un puñado de indígenas no se le sometiera.
Pero esta fase, de guerra ofensiva, tampoco dio resultado: Anganamón,
el generalísimo de los mapuches, los ha dejado bien preparados. Las
guerras disminuyen en el curso del XVII, siguiéndole dos siglos de oro
para los mapuches, convertidos en ganaderos y cruzando frecuentemente a
Argentina, llegando incluso a finales, a comerciar con los españoles
(esto es reconocido por Ambrosio O’Higgins). Pero con la paz, los ulmenes toman el control por sobre los toquis, y así hay cada vez menos guerreros preparados.
¿Qué ocurrió con las ciudades? Villarrica y la Imperial quedaron prácticamente borradas del mapa.
No fue el caso de Valdivia por su ubicación estratégica y por su
tamaño, sus muros, etc. Cuando la ciudad fue tomada habían 450 casas.
Hay indicios de que estaba poblada por algunos mapuches, o quizás hacían
ceremonias allí. Es interesante comparar las descripciones indígenas
hechas por los españoles con las que hicieron los holandeses en su
intento de sacar provecho de la zona: “la población de Valdivia, Osorno i
de Concepción es igual a la de Chiloé en cuanto a estatura, pero es
mucho más ruda y corpulenta, pues cada día no hacen otra cosa sino
emborracharse, bailar y jugar: viven sin cuidarse de nada y sin culto
alguno: cada uno tiene cuantas mujeres quiere, éstas, siendo jóvenes se
compran a los padres, tienen que atender la agricultura y otras cosas, a
excepción de una o dos que son las favoritas, las demás no se tratan de
otro modo que como esclavas. Los hombres hacen de señores, algunos de
ellos tienen 15, 16 y hasta 20 mujeres, que son mui sumisas i obedientes
a aquellos, de manera que sus vidas se parecen más a las bestias que a
la de los hombres. Su modo de vestir es el mismo que el de los de
Chiloé, según queda relatado, también rapan la patilla i el bigote i
llevan la cabellera mui corta a fin de que sus enemigos no puedan
tirarles por ella”, según un cronista holandés que viaja con Brouwer, en
una visita ocurrida entre 1642-43; “de esta ciudad destruida se
encontraron aun muchos grandes y fuertes muros; contenía cerca de 450
casas, con varias calles y caminos cruzados, i además dos mercados
extensos; ha sido una hermosa población, pero hoi está muy arruinada,
llena de árboles y de plantas silvestres, de manera que no se parece a
una ciudad”. Los holandeses ofrecieron a los mapuches, que los
recibieron en Valdivia y dieron alimento, una alianza ofensiva y
defensiva contra los españoles, proponiéndoles cambiar oro por armas.
Los mapuches les explicaron su aversión por el oro (por el mal recuerdo)
y dijeron además que no había nada.
En Chiloé se mantuvo la presencia española constante, los fuertes y ciudades no fueron destruidos.
Osorno no fue repoblado sino hasta el final de la colonia, con Ambrosio
O’Higgins, a pesar del intento temprano de Ribera (principios del
1600). En Chiloé la población indígena mermó más que en otras partes, el
ciclo minero terminó también antes, por lo que debió aprender a
subsistir por su cuenta: economía agrícola, pero para el intercambio,
que no podía ser de alimentos, se desarrolló la pequeña industria
artesanal: ponchos y frazadas.
Los cautivos mestizos y españoles son
obligados a enseñar sus conocimientos; los visten como indígenas, los
afeitan y cortan el pelo y hasta les cambian el nombre; a algunos los
casan con mujer española, cautiva también. Unos se adaptan, y otros se
arriesgan a huir. Un caso ejemplar es el de un herrero (Nieto) que fue
obligado a fabricar armas por los mapuches.
Mestizaje al revés y al derecho, a pesar de
que entre los españoles no era bien visto cruzarse con las indígenas,
porque creían que se obtenía una peor raza. “Las conquistas y
colonizaciones inglesas, holandesas y de culturas “reformadas” fueron
mucho más estrictas en la relación con los indígenas estableciendo un
absoluto apartheid, prohibiendo las relaciones matrimoniales e
impidiendo la existencia de cualquier tipo de mestizaje, cuando no
acabaron físicamente con los indígenas”. Hubo algunos rescates de
señoras españolas con posterioridad, pero también es cierto que varias
mujeres españolas no quisieron volver con los de su raza, según los
españoles por vergüenza, o por no tener ya familia entre ellos. Bengoa
señala que a finales del s. XVII la sociedad mapuche es tan mestiza como
la chilena. También da a entender que no existió racismo para con los
mestizos, esto es, los niños nacidos de padre español y madre indígena,
con tal que estuviesen debidamente bautizados en la religión católica.
Es de notar el común acuerdo en las crónicas acerca del buen talante de
las mujeres indígenas, causantes de varias mujeres españolas “mal
casadas”.
También se señala que usaban tiras de
escrituras españolas como adorno, sobre la cabeza; conocida es su
aversión a la escritura. Su ejército pasó a ser en el tiempo de las
victorias (después de Curalava) totalmente masculino, a diferencia de
los primeros grupos guerreros que encontraron los españoles, con las
mujeres siempre detrás para aprovisionar a la tropa o curarles sus
heridas; así mismo, los nuevos ejércitos eran más ordenados, y tenían
caballería... con armas y protecciones de metal; la vestimenta mapuche
de guerra, así como las armas, eran trabajadas con arte; algunas flechas
llevaban piedras preciosas, lo mismo que las lanzas; otras llevaban
decoraciones y figuras. Los mapuches tomaron muchos elementos de la
cultura española. Gozaban haciéndole el mismo daño que los españoles les
habían hecho, tal como ellos, despiadadamente. “...en las ramas del
canelo, decían los españoles, ponían sus cabezas en exposición y en una
suerte de danza macabra para el español que relata, se movían al sonido y
ritmo de baile”.
El Padre Luis de Valdivia escribió el primer
diccionario mapuche. Es invitado a la junta, o parlamento de Catiray,
presidida por el ulmen principal de las 10 rehuas de la zona: Carampangui,
un “indio de gran capacidad y singular prudencia”. Se juntan en las
alturas de la cordillera de Nahuelbuta 50 caciques. El padre Valdivia
les explica todos sus esfuerzos, su viaje a España, su conversación con
el rey, y les muestra todos los papeles donde el respeto total por los
mapuches y sus territorios es decretado, añadiendo que el gobernador
Ribera está al tanto y además de acuerdo. Los caciques hacen tres
peticiones: liberación de las piezas (mapuches prisioneros y destinados a
ir a trabajar al norte), retirada del fuerte San Jerónimo y otra más de
menor importancia. El padre acepta todas menos la del Fuerte. Entonces
uno de los caciques, que era un jefe militar, rompe el parlamento
diciendo que no hay voluntad verdadera de paz. El padre Valdivia
finalmente accede.
Desde entonces, y por un período más bien
corto, se establecen misiones jesuitas en Catiray, se respeta a los
mapuches y a su territorio. Los indígenas bajan a los llanos. Pero se
generaliza una hambruna, porque ese año no se había sembrado o se habían
quemado las siembras debido a una rebelión, y además vuelve la viruela.
Muchos indios mueren. Entre ellos vuelven a insistir en su costumbre de
no vivir jamás en pueblos; sólo en los pueblos es que aparecen los
calcus; la enfermedad para los mapuches siempre es producto de la vida
en sociedad. Cuando el Padre Valdivia viaja a Elicura, famosa por su
rebeldía, a pacificarla definitivamente, se arma un enredo con una mujer
y algunas hijas de Anganamón, que según él han sido secuestradas por
los padres jesuitas. Uno de ellos no se las quiere devolver y le dice
que ante los ojos de Dios la poligamia es un pecado. Anganamón
enfurecido lo mata a él y a otros dos padres jesuitas, entre ellos un
primo del padre Valdivia. A partir de este suceso la guerra defensiva termina, y comienza nuevamente la ofensiva española.

El punto crucial del acuerdo era el considerar a los mapuches como vasallos del rey y no como esclavos.
Se acordó que debía leérseles en su propia lengua las admoniciones en
la que se los “compelía a declararse vasallos del rey” o de lo contrario
se los “declararía enemigos... susceptibles de ser apresados como
esclavos”. La igualdad de derechos y la no-esclavización mapuche era el
punto central del acuerdo para los mapuches, mientras que para los
españoles era más bien una vía libre hacia el sur.


Las paces de Quilín no duran mucho; son rotas
reiteradas veces, parlamento tras parlamento. Sin embargo, permanece el
espíritu de tratar de hacer las paces. Los mapuches del Norte (entre el
Toltén y el Bío-bío) son cada vez menos y saben que ante el peligro
holandés los españoles no dejarán de enviar refuerzos. Por eso son ellos
quienes más tratan de hacer las paces, comprometiendo a los mapuches de
más al sur, quienes no enviaron a sus caciques ni loncos a los
parlamentos. Por eso la guerra, después de Quilín, se traslada al Sur, y
a la larga los parlamentos se transformarán en la base de la
sobrevivencia de la cultura mapuche entre el Toltén y el Bío-bío, puesto
que más al sur fue completamente eliminada o mestizada con el tiempo.
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